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Simplificando lo complejo

La superficialidad ha tomado todos los ámbitos de la vida

Vivimos en una sociedad donde todo se simplifica. Supongo que tendrá que ver con la rapidez con la que vivimos, la economía de la atención y la infoxicación. Una sociedad que recibe millones de impactos de noticias e informaciones a menudo sesgadas, cuanto menos manejada en los tempos. Y la tecnología, me temo, solo ha profundizado en estos hábitos. Leemos en diagonal, no nos fijamos en cosas evidentes y eso lleva a que todo acabe siendo bastante superficial y exento de debate.

Pero el caso es que al final, lo simplificamos todo, nos quedamos con la capa superior de cualquier problema y le damos la vuelta a cualquier tema según nos convenga. Y he llegado al convencimiento de que el problema es la propia sociedad. Sí, ok, arrastrada por como “nos manejan” pero somos nosotros los que al final permitimos que esta forma de actuar se perpetúe.

Esta semana pasada he asistido a dos momentos sublimes de manipulación vía la simplificación:

  • El Ministro Cristobal Montoro afirma que Caritas miente cuando dice que «España es el segundo país de Europa con el mayor índice de pobreza infantil porque solo se basa en estadísticas». ¿Cómo? El ministro que usa las estadísticas a diario para lo que le interesa, ahora dice que no se pueden tomar literalmente.
  • En LaSexta nos han regalado un programa de “Equipo de investigación” (¿?) sobre la piratería. Bueno, el tema era la piratería pero el contenido fue de lo más sesgado que he visto en años. Se reducía a tratar de demostrar lo malos que eran los propietarios de páginas de enlaces y trataban, a toda costa, de que quedara claro la cantidad ingente de dinero que ganaban (que en ningún momento me quedo claro, salvo en el caso de Megaupload). Conste que tampoco me gusta que alguien se forre con el trabajo ajeno (en este caso ingresos por publicidad por el tráfico que generas gracias a poner enlaces a contenido protegido legalmente, que daría para otro post), pero reducir la piratería a que unos pocos ganan dinero tiene mucha tela. Indigno de alguien que se llame periodista. Enrique Dans lo explica muy bien en su blog.

Pero antes hemos tenido un montón de ejemplos de superficialidad.

  • Aún resuena el lío que se montó por el vídeo de los 20 desconocidos que se besaban porque al final se supo que era una campaña de publicidad. ¡Lo primero que salía en el vídeo era la marca que lo presentaba! Una marca de ropa americana, Wren. No había más que tener un poco de curiosidad y buscar en Google quienes eran o simplemente darle al enlace que estaba justo debajo del vídeo en Youtube. Quizás un simple mortal no tenía por que hacerlo pero en un artículo periodístico hubiera sido lo suyo. Pero no, nos encantó, lo compartimos (más de 70 millones de visualizaciones) y luego salieron todos los indignados. Sólo por no querer profundizar. Porque no teníamos 2 minutos más. Tremendo.
  • También durante la semana centramos la discusión sobre la huelga de los estudiantes de Madrid en los disturbios (totalmente innecesarios y condenables) en lugar de hablar del fondo de la cuestión que es muchísimo más seria e importante. Pero todos los medios, y por lo tanto, las personas se han centrado en si eran unos vándalos y cuantos de ellos eran realmente estudiantes. ¡Ah! Y cuanto nos va costar en mobiliario urbano (me temo que muchísimo menos de los que no costó el rescate de la banca, ahora el de las autopistas y lo que nos cuesta la corrupción cada año).
  • En política esto ya se ha convertido en una táctica habitual. Si una comunidad autónoma dice que “no está a gusto en el país y quiere preguntar a sus ciudadanos que les gustaría hacer” se apela a que es anticonstitucional y que la Constitución no se toca (cuando ya la hemos tocado). Como si lo importante de un territorio fuera el pedazo de tierra que ocupa y no la gente que lo ocupa. No interesa saber las razones ni tratar de convencer de la conveniencia de una u otra postura. Dialogo de sordos, vamos. O de besugos.
  • Llevamos años asistiendo al espectáculo televiso de los debates “banales” donde un grupo, siempre los mismos, de periodistas son capaces de hablar de cualquier tema. Eso sí, en 15 minutos. ¡Que la tele no es lugar para debatir! ¿Cómo vamos crear ningún tipo de conciencia sobre nada si nos limitamos a dejar que 6 u 8 personas nos den su opinión a base de titulares, se griten y listo?

No vamos nunca a las causas del problema, ni entramos en un debate profundo, ni nos escuchamos. Y ahí, en mi opinión, radica todo el problema. No nos interesa llegar a ese nivel del debate. Y por eso tendemos a simplificarlo todo. Hasta yo he simplificado este post porque si lo hago mucho más largo la gente no me lee.

¡Que tengáis una feliz semana!

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Comentarios (6)

José Luis Casal (@jlcasal)

Sin duda, somos unos superficiales.

Nos quedamos rondando el problema sin entrar de lleno en él, sin analizarlo… y todo porque eso implicaría tomar decisiones, actuar y, ¡qué miedo!

Si lo podemos ver desde la barrera y que se solucione solo, un problema menos que me toca y un problema más que se soluciona por arte de magia.

Una pena, sí, pero somos así.

Siempre me pregunto qué más nos tiene que pasar para que reaccionemos…

Un abrazo Maestro y gracias!!! 😉

Muy cierto José Luís, el miedo a tomar decisiones y, supongo, «el palo» que da hacerlo. A mi me da rabia porque en España no somos precisamente ni tontos ni cobardes pero no sé que nos pasa que desde hace unos años parece como si la gente hubiera tirado la toalla y se arrastrara por la calle. Todo nos parece más o menos bien, cada uno vive en su mundo y solo se acuerda de los demás el día del Teletón o de la lucha contra el cáncer. Es tremendo, la verdad.

Gracias a ti por pasarte y dejar tu comentario ¡Maestro!

Excelente artículo. Lo que tendríamos que simplificar son nuestras atareadas vidas, donde intentamos abarcar más de lo que podemos. Si lo hiciéramos, no tendríamos necesidad de «simplificar lo complejo» y accederíamos a una mayor profundidad y a una auténtica alegría.

Hola Luisa
Gracias por el piropo. Completamente de acuerdo, lo veo todos los días. Yo también caigo en eso pero te aseguro que desde hace un año o así he ido aprendido, y poniendo en práctica, el «arte de decir NO». Y es muy saludable sacarse la sensación esa de ir con la lengua fuera todo el día. Eso sí, se gana menos dinero, claro. Nada es perfecto, supongo.

Muchas gracias por pasarte y comentar!

Dicen que el tamaño no es lo importante, no? Creo que lo bueno de este post, de tus posts, es que son motivadores. Por eso quiero aportar alguna reflexión, a modo de pincelada, que no simplificación 😉 que parece escondida en el desfile tan bien expuesto de simplicidades actuales y recientes.

Por un lado, la manipulación. Los medios de manipulación son muchos, pero evidentemente la simplificación de la información es uno de ellos (ya no hablemos del control de la propiedad y del control de los medios de comunicación, al alcance de los dueños del capital). Se manipulan también las palabras: el entendimiento de los seres humanos se basa en la presunción de la verdad a través del lenguaje, y este se usa con mala fe en demasiadas ocasiones.

Por otro lado, el que hayamos perdido la necesidad de ahondar en las cosas creo que se debe, básicamente, a la pérdida de responsabilidad o de implicación en lo que hacemos. Si se habla de «compromiso» tendemos a pensar en algo sumamente trascendental, cuando en realidad cada decisión (si se acomete conscientemente) o cada tarea cotidiana, exige de nuestro compromiso: la lectura de un libro (o un post), la resolución de un problema (no vale pasarlo simplemente al abogado), nuestra salud (el médico no tiene la barita mágica), etc., etc. Es decir, que la sociedad, conveniencia de los manipuladores de cerebros, ha involucionado hacia la pérdida de compromiso, cuyos mayores exponentes son la rapidez y la simplicidad (también existe lo contrario, pues vivimos en extremos porque -creo-hemos tocado fondo).

Y no sigo porque, por no parecer simplona, voy a provocar agotamiento 🙂

Uff… muy buen comentario Lupe. Poco me queda que añadir…. o nada, la verdad.

Gracias!

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