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¿De verdad la red nos vuelve asociales?

Aislamiento social

Cuando cualquier avance, sea del tipo que sea, empieza a extenderse siempre surgen los detractores, desde fuera o, peor aún, desde dentro. Pasa con todo. En los últimos tiempos los “detractores de moda” son todos los que dicen y escriben sobre el peligro de las redes sociales (extensible, supongo, a todo el mundo digital) y de los dispositivos que nos ayudan a manejarlas: móviles, tablets, etc. Muchos de ellos, la mayoría o todos, supongo, tienen móvil y perfil en, al menos, una red.

La semana pasada “papa gobierno (y el partido que lo apoya) español” clamaba por un control y persecución de todo lo que se dice y escribe en una red por escandaloso, alteración del orden público o apología de lo que sea (entiéndase “cualquier cosa que no me guste”). Pero eso da para otro post.

A lo que yo me refiero es a la cantidad de post, imágenes con frases contundentes, ilustraciones y vídeos que nos alertan de que las redes sociales nos vuelven asociales, nos aíslan de la sociedad y nos ofrecen una realidad que no es. ¿Quién no recuerda aquella famosa frase de que la mejor red social es tomarse un café con un amigo? Lo último ha sido este vídeo tan chulo sobre lo mal que está la sociedad por culpa de las redes.

Los niños ya no juegan al baldispositivos de antes y de ahoraón en un callejón. La gente se comunica vía whatsup en lugar de llamarse por teléfono. No se leen periódicos en papel sino blogs firmados por vaya-usted-a-saber-quien. Y un sinfín de catástrofes sobre lo mal que lo hacemos hoy y lo bien que estábamos antes. Sí, como muestra esta imagen de la izquierda.

Me imagino que pensaría un niño de 1920 si me viera a mi en los 70 jugando a las canicas. O a la burguesía de finales del siglo XIX si viera como se mezclan ahora clases sociales y razas sin ningún tipo de problema (sí, vale, en algunos países). Y que decir de lo que debieron pensar los contemporáneos al invento de la imprenta. Puedo admitir que, como todo, hay que hacer un buen uso y que es bueno alertar a la gente de que un exceso puede ser perjudicial. Pero como en todo. Habrá gente que lo usa bien y otra que lo usa mal. Pero es que este invento tiene menos de 10 años y ¡estamos aprendiéndolo a usar!

Es un error pensar que pasar horas hablando con alguien al otro lado del mundo a través de una red social o de cualquier aplicación de comunicación sea malo. Yo creo que es todo lo contrario. Este mundo hiperconectado nos ha permitido encontrar gente afín sin importar donde esté y, por lo tanto, nos hace más felices porque nos ayuda a encontrar nuestro lugar cuando el mundo “físico” no nos permite encontrarlo. ¿Debe una persona renunciar a ello por un convencionalismo social? No importa, como ha pasado siempre, si eso significa que hay que cambiar el significado de algunos conceptos. Ahora, tal vez, deberíamos decir que debatir con gente en un blog es (una nueva forma de) sociabilizar y admitir que eso hace a algunas personas felices. Y no hay que darle más vueltas.

El hecho de que en una cena todos los comensales pasen todo el tiempo mirando su smartphone puede significar varias cosas: tal vez no son tan amigos como creen o no tienen tanto interés unos en otros o simplemente, si no es todo el tiempo, no les apetece hacer como antes cuando oían al del frente pero no le escuchaban. Admitámoslo, esto va a ir a más. Y, como los avances anteriores o los cambios de hábito, simplemente será algo cotidiano y, espero, que a nadie se le ocurra pensar que esta actividad es mejor o peor que tomarse un café, leer un libro o asistir al teatro. Nada te hace ni mejor persona, ni más inteligente ni más interesante.

Yo prefiero quedarme con la parte positiva que nos aporta la red, si no nos la tocan, claro: mayor poder para las personas (y consumidores), mayor nivel de transparencia de empresas e instituciones, mayor control sobre las políticas y los políticos, mayor nivel de información sobre lo que pasa en todas partes y, gracias a ello, más grado de cooperación con causas sociales. La red también aporta una nueva visión del mundo de la empresa y la economía con un nuevo modelo de colaboración entre las personas que abren muchas vías alternativas a los sistemas que han gobernado durante siglos para que los proyectos lleguen a buen puerto (crowdfunding, economía colaborativa, etc.).

En este documental de La2 de Televisión Española sobre lo que se comparte en Facebook se aprende muchísimo sobre lo bueno y lo malo de las cosas que hacemos en una red. Hay opiniones muy interesantes.

¡Que tengáis una feliz semana!

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Comentarios (3)

Aldo Ferradás

Tema complejo, de colisión social y cultural de un ethos en vías de extinción frente a una (aparentemente) nueva manera de concebir el Universo. Y recalco el carácter aparente del cambio, pues esta dicotomía se ha repetido a lo largo de la historia.
Frente a la inquietante visión postmoderna, sartriana -kantiana inclusive- la nueva modernidad ensalza un individualismo exasperado, que de ninguna manera es solipsista, sino que necesita la mirada del «otro» para poder existir y reafirmar su propia consciencia de yo, consagrado a marcar permanentemente diferencias con su entorno a manera de emblema de exclusión autoimpuesta, sometido al arbitrio de la mirada ajena. Los «selfies» se erigen de esta manera como el estandarte por antonomasia de nuestra época, en una realidad paralela de Dimensión Instagram y Galaxias Pinterest.

Quien nos ve es quien nos convierte en ese sujeto singular, diferente, fútil como los perfumes artificiales que evocan viajes ilusorios. El nuevo dandy, como lo concibiera Baudelaire, no podría existir en el ámbito romántico de la soledad; se debe a su público, necesita la transparencia de un muro de Facebook, la inmediatez desnaturalizada de Twitter, el destello descarnado de Linkedin y about.me, en una evidente voluntad de ‘heroificar’ el presente en un auto-culto hedonista.
Así, para Baudelaire, según dice Foucault, «el hombre moderno no es el que parte al descubrimiento de sí mismo, de sus secretos y de su verdad oculta: es el que busca inventarse a sí mismo», como nuevo objeto de culto, como la cosa kantiana (cuya cosidad fue retomada por Heidegger), y que no puede entenderse sin el artificio en el plano estético y la inutilidad en el plano moral.

Los detractores, los críticos de este sistema de valores, basan su opinión en su experiencia de otro tiempo, de otra sociedad. Y como la experiencia es ante todo una protección frente a las sorpresas, es lógico que se produzca un shock que implica siempre una falla en lo conocido, una inexperiencia.

Ya volverán los tiempos de Borges y Camus.

Hola Aldo
Sí, es complejo y yo lo he simplificado, quizás, en exceso (y eso que escribí hace poco un post en contra de la simplificación de las cosas… pero ya se sabe). Pero yo, tal vez equivocadamente, no le doy ninguna importancia a esto, más bien todo lo contrario.

Creo que, por primera vez en la historia, dos personas a las que les gusta cocinar pasta fresca cubierta de crema de caramelo y vinagre y comérsela con los dedos se encuentran al fin y pueden compartir cosas que les unen. Y, normalmente, no pueden hacerlo si no es a través de una red social.

¿A donde nos llevará? ni idea. ¿Tiene todo este nuevo comportamiento alguna implicación desde el punto de vista psicológico o filosófico que afecte a algunas personas? seguro que sí. Pero ninguna de las dos preguntas me inquieta.
Vamos a ver por donde van las cosas y no nos carguemos el invento sin apenas haber crecido un poco (algo clásico en nuestra sociedad de manera histórica).

¡Gracias por pasarte y por tu excelente comentario!

Genial y tranquilizador para quienes todavía tengan dudas sobre el uso de las redes sociales y el mordisquillo de los detractores les provoque ciertas molestias en sus oídos. La doble vida que se puede llevar -in & out- me gusta cada vez más. Y como siempre en la vida, antes ya de Internet, hay quien habla mucho y en la vida real no hace nada. Por cierto, me falta encontrar a ese otro alter ego que un día también se olvidó de apagar el fuego de la cocina con los huevos cociéndose… será divertido saber si le pasó lo mismo que a mi 🙂

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