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Transparencia en la era de la hiperconectividad

transparencia en la era de la hiperconectividad

Vivimos en un mundo conectadísimo. Ya no lo puede estar más. O quizás sí. Pero de lo que no cabe duda es que hoy la conectividad entre las personas es infinitamente superior a la de hace 10 años. Y todo ello gracias a la web 2.0 en general y a las redes sociales y todas las herramientas de publicación en Internet en particular.

Y, por generalizar, la consecuencia de la conectividad es que cualquier noticia corre por Internet a una velocidad nunca antes vista. Incluso ahora hay noticias que antes ni siquiera hubiera tenido repercusión. Y ¿por qué? Porque todos los usuarios de Internet nos hemos convertido en un canal y compartimos cualquier cosa que nos parezca interesante haciendo del tradicional “Boca-oído” algo cotidiano y sencillo. Y a un nivel en cuanto a impactos nunca antes visto. Hace apenas 10 años, los medios de comunicación filtraban las noticias y, como todos tenían una limitación de espacio o de tiempo, eran muchas las que ni siquiera aparecían.

Pero ahora con un blog, cosa sencillísima de conseguir, uno puede ser un medio de comunicación (sí, de acuerdo, con sus limitaciones). Ya he hablado mucho sobre el impacto de lo anterior en lo que respecta al marketing (digital). Pero ahora me interesa hablar de otro impacto, la transparencia.

Las instituciones públicas y las empresas siguen manteniendo un nivel de opacidad casi igual al que tenían antes de la era 2.0. Hace unas semanas, Amalio Rey explicaba en su web un caso que resulta muy ilustrativo.

¿Que sentido tiene ser opaco si cualquiera de tus empleados puede filtrar, aunque sea involuntariamente, una noticia en Internet? Podremos estar de acuerdo que hay temas internos que no deben salir a la luz (quizás el desarrollo de nuevos productos sea el ejemplo más claro) pero con la gestión, no. Especialmente si hablamos de instituciones públicas que, por supuesto, reconozco que han avanzado mucho en los últimos años.

Si asumimos que siempre alguien ha filtrado algo en el “mundo físico”, a su pareja o a un amigo, ¿qué nos hace pensar que en la era de las redes eso no se le escapará a su control? ¿Alguien piensa de verdad que no está casi todo en Internet? Wikileaks fue la prueba de que cualquier cosa puede filtrarse y que secretos ya quedan poquitos (como siempre digo, el único secreto es aquello que guardas en tu cerebro).

El secreto de las cosas ya no está en las ideas, que hay muchas, muy variadas y muy buenas corriendo por ahí. El secreto está en su ejecución (y en que tengan viabilidad, claro). Y para aquellas cosas que tengan que ver con la forma de actuar, que no son exactamente una idea de negocio o un proyecto, es más que fácil que cualquiera lo airee en la red.

Las empresas deberían darse cuenta que en la era de Internet, y de la Internet social, la transparencia es un valor que tiene premio. A los usuarios, a la mayoría, les encantan todas aquellas empresas que son capaces de mostrar todo lo que hacen, que son Socialmente responsables, que no tienen ningún reparo en reconocer que se equivocaron y hasta son humildes (todo lo humildes que permite transpirar una red). Y ya no hablemos de instituciones o empresas públicas, donde es un must.

No es nada malo “destapar” cómo y por qué haces las cosas ni, muchos menos, los beneficios que eso aporta a tu organización. Es evidente que no se puede contentar a todo el mundo (nunca nadie ni nada lo conseguirá), así que es probable que siempre alguien salga a criticarte y a decir que “del dicho al hecho, hay mucho trecho”. Pero si lo has publicado, y una mayoría te da la razón, es mucho mejor que no haberlo hecho y tener que empezar a convencer de que eres bueno.

Y por lo que hace referencia a los “secretos de estado” de las empresas, sus procesos y hasta según que ideas, no tienen valor si no están muy bien asumidas y ejecutadas por las personas que son las que hacen posible que las todo funcione y las que conforman todo lo que llamamos EMPRESAS.

¡Que tengáis una feliz semana!

Imagen cortesía del diario Público.
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